LOS HECHOS
"Todas las descripciones de obras de arte, edificios, documentos y rituales secretos que aparecen en esta entrada son veraces".
Los recientes y molestos cortes en la energía eléctrica de los que habitualmente soy víctima han producido que obligatoriamente suspenda la total entrega a dos de mis más grandes vicios, el internét y la televisión, y vuelque mi tiempo libre en una actividad que había sido abandonada por mi debido al daño que le hacía a mi cerebro y a mi estado de ánimo: la lectura.
Luego de haber llegado a la cúspide de lo que buscaba en cuanto a literatura a la temprana edad de 25 años cuando leí simultáneamente la obra de Bukowski y la última novela del Señor Sabato, decidí retirarme del mundo de la lectura con la frente en alto, actitud que ocasionalmente se vio interrumpida por la ocasional ojeada a unas pocas páginas de algún nuevo y prometedor libro que no hacía sino confirmar mi postura acerca de no internarme nuevamente en este mundo el cual, luego de la excelsa experiencia que tuve, se me antojaba poco más que aburrido.
No obstante, la insistente presencia hace ya algunos meses de aquella película "The Davinci code" me motivó a adentrarme en las turbulentas aguas de la lectura del homónimo libro de Dan Brown, experiencia de la que luego de varias semanas apenas me recupero. Para empezar, el título ya adelanta el error que será la obra. Vinci fue la pequeña locación donde nació el gran artista Leonardo, así que "El código Leonardo (The Leonardo Code)" hubiese sido más apropiado, ya que el conocido título es tanto como aventurar que "Cien años de soledad" la escribió Gabriel Aracataca Marquez.
Y no se porque digo libro, si a todas luces se trata de un guión, ya que es evidente que fue pensado para el cine, con sus 105 diminutos capítulos que terminan siempre en una escena de suspenso, sus personajes planos y estructura simple. Es que esta "novela" ofende hasta a agnósticos, caramba, no nos dejemos engañar por el prefacio donde se asevera que el escrito se basa en datos confirmables y lugares reales. Tamaño falacia que equivale a pensar que "2001: a space odyssey" es real porque su trama se desarrolla en el universo, un lugar existente y fácilmente confirmable.
Pero lo más digno de destacar es que durante la lectura del libro no se deja de pensar en un real escritor que maneja el suspenso y el estilo detectivesco con más propiedad y respeto con la historia. Me refiero a Arturo Pérez Reverte, que es el hermano mayor del señor Brown en estas lides de la literatura. Para usar una metáfora sexual que aumente el tráfico en este blog, leer a Pérez Reverte es como una noche de buen sexo, mientras que leer a Brown es como alquilar una película porno.
Así que, si a alguno le gustó el libro en cuestión, le recomiendo "El club Dumas" de Pérez, o cualquier otro del autor. Ahora, que si lo que le gustó fue el principio teológico de la divinidad femenina y como la iglesia ha masculinizado la fe, tesis fácilmente confirmable y en la cual no discrepo del señor Brown, pues entonces lea "The Alphabet Versus the Goddess" (El alfabeto contra la diosa), de Leonard Shlain, de dura aunque enriquecedora lectura.
"Todas las descripciones de obras de arte, edificios, documentos y rituales secretos que aparecen en esta entrada son veraces".
Los recientes y molestos cortes en la energía eléctrica de los que habitualmente soy víctima han producido que obligatoriamente suspenda la total entrega a dos de mis más grandes vicios, el internét y la televisión, y vuelque mi tiempo libre en una actividad que había sido abandonada por mi debido al daño que le hacía a mi cerebro y a mi estado de ánimo: la lectura.
Luego de haber llegado a la cúspide de lo que buscaba en cuanto a literatura a la temprana edad de 25 años cuando leí simultáneamente la obra de Bukowski y la última novela del Señor Sabato, decidí retirarme del mundo de la lectura con la frente en alto, actitud que ocasionalmente se vio interrumpida por la ocasional ojeada a unas pocas páginas de algún nuevo y prometedor libro que no hacía sino confirmar mi postura acerca de no internarme nuevamente en este mundo el cual, luego de la excelsa experiencia que tuve, se me antojaba poco más que aburrido.
No obstante, la insistente presencia hace ya algunos meses de aquella película "The Davinci code" me motivó a adentrarme en las turbulentas aguas de la lectura del homónimo libro de Dan Brown, experiencia de la que luego de varias semanas apenas me recupero. Para empezar, el título ya adelanta el error que será la obra. Vinci fue la pequeña locación donde nació el gran artista Leonardo, así que "El código Leonardo (The Leonardo Code)" hubiese sido más apropiado, ya que el conocido título es tanto como aventurar que "Cien años de soledad" la escribió Gabriel Aracataca Marquez.
Y no se porque digo libro, si a todas luces se trata de un guión, ya que es evidente que fue pensado para el cine, con sus 105 diminutos capítulos que terminan siempre en una escena de suspenso, sus personajes planos y estructura simple. Es que esta "novela" ofende hasta a agnósticos, caramba, no nos dejemos engañar por el prefacio donde se asevera que el escrito se basa en datos confirmables y lugares reales. Tamaño falacia que equivale a pensar que "2001: a space odyssey" es real porque su trama se desarrolla en el universo, un lugar existente y fácilmente confirmable.
Pero lo más digno de destacar es que durante la lectura del libro no se deja de pensar en un real escritor que maneja el suspenso y el estilo detectivesco con más propiedad y respeto con la historia. Me refiero a Arturo Pérez Reverte, que es el hermano mayor del señor Brown en estas lides de la literatura. Para usar una metáfora sexual que aumente el tráfico en este blog, leer a Pérez Reverte es como una noche de buen sexo, mientras que leer a Brown es como alquilar una película porno.
Así que, si a alguno le gustó el libro en cuestión, le recomiendo "El club Dumas" de Pérez, o cualquier otro del autor. Ahora, que si lo que le gustó fue el principio teológico de la divinidad femenina y como la iglesia ha masculinizado la fe, tesis fácilmente confirmable y en la cual no discrepo del señor Brown, pues entonces lea "The Alphabet Versus the Goddess" (El alfabeto contra la diosa), de Leonard Shlain, de dura aunque enriquecedora lectura.