LOS OTROS MONCAYO


No se ustedes, pero me caía mejor el Profesor que inició su caminata hace casi cincuenta días que al que habla en la Plaza de Bolívar. Y es que había cierto ideal en un sujeto callado, caminando con la cadena en su cuello, del que ni la voz se conocía, que en el personaje que ya cumplió su meta, y se nota algo del desazón que dicen tener los escaladores cuando llegan a la cima y ya no saben cuanto permanecer en la cumbre o si ya bajarse. Y se pierde algo de ese imaginario del héroe mártir cuando se ve humano, cuando habla con la torpeza propia del ser corriente, y muy a su pesar se nota que su periplo finalizó y que ya no está en sus manos la solución, y con el tiempo será una persona en la Plaza, se contagiará de los vicios del capitalino y su figura se fundirá con el paisaje bogotano, se volverá un invisible más en esta absurda ciudad. Lejos está el hombre que plantó un árbol al son de una papayera de pueblo, y si no se mantiene firme su causa será eclipsada por movimientos políticos tan en boga en esta época y protestas similares que no realizaron la proeza del profesor. prefiero olvidar al profesor mediático sin querer y quedarme con el caminante del cual no sabía mucho, y pretenderé que nunca llegó a Bogotá, donde tanto gobernantes como gobernados aprovecharon para hacerse auto propaganda. Y, a todas estas, ¿porque se ha hablado tan poco de Yuri Tatiana Moncayo? ¿Es más el dolor de un hombre que camina para protestar por el secuestro de su hijo, que el de una mujer que hace lo mismo por su hermano? Ella también ha hecho el trayecto, y sin tanto protagonismo, lo que hace más meritoria la odisea, a la vez que cuidaba de su ya nada joven padre. Algún dia leí, u oí, que se yo, que lo importante no es la llegada, sino el camino. creo que así fue esta vez.