UNA DE ESAS COSAS QUE PASARON HACE AÑOS


Cuando por error bebes una buena cantidad de thinner debes forzarte a vomitar. No es una deducción brillante, lo se, pero cuando un solvente empieza a atacar las partes insolubles en agua en tu organismo, no piensas bien. No importa si no tienes nada de ganas. No importa si has bebido, llegas a tu casa más bien meditabundo y te atragantas de tanto dulce que es un milagro que tu estómago no explote. Debes botar el contenido de tu estómago, revuelto de alcohol etílico, alcohol metílico, dulces, acetona y hexano. Los gringos llaman "risas enlatadas" a las grabaciones que se hicieron de la gente en los 50s para ambientar sus comedias. Esas personas ya están muertas, y siguen riendo. Hace unos minutos, cuando cogí la botella de vino que estaba en el cuarto de mis padres, pude oir esas risas enlatadas del más allá. Una buena cantidad de thinner deben ser menos de 140 ml para que sea letal. Y debe haberte hecho vomitar antes de que el minutero de una vuelta completa. La dosis letal es de 2 a 5 milílitros por kilo de peso. Si fuera más delgado o hubiese dado un sorbo mayor ahora estaría muerto.

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Puedo sentir mi intestino inerme al ataque del disolvente, como los lípidos luchan para no ser disueltos, y mi cerebro es víctima de alucinaciones mientras el mortal líquido se abre paso a través de mi sistema digestivo y lo deja cual relieve arcilloso de la cárcava, como una gran depresión. Los gringos dicen que hay una luz al final del túnel. Los chinos piensan que es una libélula la encargada de guiarnos en el camino a la luz. Yo pienso que tengo mala suerte y genes defectuosos.
Mi padre solía ahorrar. Me miro en el espejo y veo su rostro. Los mismos tacaños rasgos. Si fueramos gringos viviríamos en una caravana. Él y su costumbre de agarrar todo lo que no esté pegado al suelo. Y no gasta un peso. Yo tomo el vino que encuentro en la casa por economizarme unos pesos. Él lleva botellas viejas de vino a la ferretería para que le envasen el thinner en ellas y ahorrarse unos pesos. Pero no contó con tener un hijo idiota. Con mi último ataque de lucidez decido inducir el vómito. Veo mis manos. Tienen que llegar hasta la úvula para que funcione. Mis manos son húmedas, más bien blandas. Mis dedos, cortos, nudosos y de espátula. Según la quirología y quiromancia, existen cuatro temperamentos bien diferenciados: nervioso, bilioso, linfático y sanguíneo. Según mis manos, tengo un temperamento linfático, es decir, soy Colérico pero de cólera fría, glotón y sensual. Pocos proyectos, apático, indiferente. Muy calmoso. Así que llevo mis indiferentes espátulas hasta al fondo de la garganta hasta que el contenido de mi estómago salga. Una crema espesa y babosa no tarda en aparecer, seguida de cerveza, ron, algo naranja y cúbico que no recuerdo haber comido. Y sigo y sigo. carne de la semana pasada. Galletas de navidad. Mi estómago no parece tener fondo. Un helado que comí en la primera comunión junto a pedazos de la vela cayeron casi sin digerir. Pésima publicidad para una confitería. Ni los gringos serían capaces de poner risas enlatadas en este momento. Varios minutos duró mi improvisado lavado gástrico. Algo mal hicieron mis padres al concebirme. Si fuera más delgado ahora estaría muerto. Si fuera más idiota ahora estaría muerto.