LA VIDA ES UN SACO DE MIERDA Y SE ESTÁ DESCOSIENDO POR LOS COSTADOS

Si estuviera envejeciendo sería algo. Por lo menos tendría el mérito de decir que estoy derrotado. Pero 32 años es una edad ridícula, no se ha hecho mucho y no se tienen ganas de hacer mucho. Hoy fui donde mis hermanos, en la casa en la que vivía hasta hace unos meses, pocos, pero suficientes como para sentir hastío por esas calles repletas de vendedores y compradores, andenes donde no cabe más de una persona esxcesivamente delgada y con los brazos en alto, y negocios que aspiran a tener más compradores si colocan sendos bafles en las calles regalando lo menos selecto de la música vallenata. Ya desde cuando salí de mi apartamento pintaba la cosa mal. No es mi pesimismo habitual, es más bien ese sabio sentir, esa voz en nuestra cabeza a la que rara vez uno le hace caso y que dice: Mejor quédese echado en su cuarto viendo películas, en serio, no hay nada afuera. Pero un maldito instinto de auto fastidiarse la vida disfrazado de ilusión de hacer algo en la vida, de deseo de encontrar un sentido a través de salir a la calle, hace que uno pierda un festivo en una actividad que no le llena. He aprendido a aceptar la relación con mis hermanos, una vez que entendí que los cuatro somos víctimas de una circunstancia mayor: nuestros padres. Además, mi hermana tiene ya dos niños, y parece que son inmunes al mal del mundo a su tierna edad, lo que hace que sean personas con las cuales es agradable hablar. Entienden sarcasmo y no se ofenden. Hermosa situación. En algún punto de la vida, con la madurez, se pierde la esencia de la vida, que parece que desde niño se tiene. Mis padres solían pelear cuando tenían mucho tiempo juntos. Entre semana por lo menos una vez, casi siempre los sábados o los domingos y, cuando había dias "festivos", una pelea entre ellos era más que anunciada, así que aprendí a detestar esas fechas. Y no hablamos de civilizadas discusiones para llegar a un acuerdo por medio de la conversación, sino de golpes, gritos, insultos, algo insoportable a cualquier edad, y traumático a los ojos de un niño que está aprendiendo a leer o contar. Algo de esa sensación me quedó varias décadas después, y no tiene afán de irse. Si me suicidó, tengan la seguridad de que será un día festivo en la tarde. Ni si quiera es deprimente, eso ya sería algo, tendría una emoción,. aunque negativa. No, estos dias son más de vacío, de no encontrarle sentido a las cosas, y los minutos se alargan, y se pregunta uno si vale la pena. Pero es una cobardía seguir vivo después de los treinta, así que aquí estoy, mediocremente tratando de encontrarle significado a esto.

Llegué a creer que tenía un compromiso con las personas a las cuales llegaba a través de algunos de estos nuevos medios virtuales, algo como hacer caricaturas más optimistas, como las que hacen los dibujantes que admiro, pero cada vez ese demonio de la insatisfacción, el rechazo, la depresión, del negativismo, se abría paso a través del lápiz e impregnaba toda la hoja. Primarios intentos de hacer un chiste fácil y tranquilo quedaban convertidos en grotescas caricaturas mías diciendo frases más amargas de lo que originalmente pensé. Por suerte (esa frase la estoy usando deliberadamente a la ligera) los que me conocen no saben cuando hablo en serio, así que siempre han tomado estas muestras de pesimismo como uno más de mis chistes, y terminan escribiendo un escueto jajajaja :)

Así que, a la larga, no importa si me dejo llevar por estos estados que me equilibran, que intenté aplacar leyendo libros positivistas, haciendo ejercicio y viéndole el lado positivo a las cosas, y que sólo lograron que este sentimiento que me ha acompañado desde siempre se fuera agrandando dentro de mi y saliera por las costuras en formas que sólo a un somatizador como yo le puede suceder, generanbdo dolores de cabeza, estados de ansiedad y molestias en la circulación, convirtiéndose en un real veneno que infectaba todo mi organismo. Peor aprendí a sacar esta bilis en cómodas cuotas diarias, darme el necesario espacio para deprimirme. Está bien amargarse, está bien insultar mentalmente a los incompetentes sujetos que nos encontramos a diario, está bien no ser feliz. Ya no más esos libros que nos hacen sentir culpables por no encontrar en una cagada de perro en la calle el milagro de la creación. Ya no más con esas frases positivas para cada día, ya no más saludar diciendo que se está bien y mejorando cuando lo que se quiere es asomarse en la ventana con un rifle cargado y una buena cantidad de cervezas. Al diablo, no creo que nadie lea hasta este punto. Yo mismo me mamo de releer lo que escribí. Ha sido éste un escrito sin ningún hilo conductor diferente del de ejercer el ejercicio de escritura y restarle minutos a este día tan desaprovechado.