FIRST MAN: El primer hombre en la luna


La nueva película de Damien Chazelle busca alejarse del registro musical al que ya nos tenía acostumbra en sus tres cintas anteriores. Por desgracia, su incursión en el mundo del biopic tiene más fallos que aciertos, por cuanto la cinta se hace pesada y no llega a emocionar lo suficiente. Tal vez la escena más emocionante y mejor lograda es la propia llegada a la luna, pero para ese momento ya la tensión irregular de la película ha hecho destrozos en la paciencia del espectador.

A destacar el esfuerzo de Chazelle por humanizar a su figura protagonista, un frecuentemente idealizado Neil Armstrong, retratado aquí como un personaje parco, con muchas dudas y con una sobriedad y seriedad que pueden ser fácilmente confundidas con mala actuación por parte de Ryan Gosling. La cinta es inmersiva, y no es difícil meterse en la piel del astronauta que pisó por vez primera la luna. Chazelle opta por mostrarnos una NASA más humanizada, las naves se sienten reales y los esfuerzos de los astronautas son creíbles, y eso favorece la tensión del momento. Se ayuda el director con planos muy cerrados y cámara al hombro, lo que le da cierta veracidad.




Tal vez el más grande fallo de la cinta es la de no alternar con mucho éxito las dos tramas que intenta desarrollar. Por una parte, la carrera espacial que EEUU libraba contra la Unión Soviética, y que llevó a los integrantes de la NASA a asumir ciertos riesgos en pos de lograr la soñada victoria. La segunda historia es el drama familiar que tenía Armstrong, desde el inicio con una dolorosa situación familiar y sus consecuencias con su esposa e hijos. El dispar ritmo alternado entre aventura tecnológica y drama familiar no favorece a la cinta, resultando un producto menos emocionante de lo que podría haber sido.

A sus escasos 33 años, Chazelle ya ha conquistado el cielo hollywoodense, y no hay duda de que le queda mucho material con el cual entretenernos. Su cinta actual, por desgracia, no hace parte de ese grupo.