UNA HISTORIA DE SU BIDA


Aquella vez que, de niño me subí a un ascensor, sentí el vacío por primera vez en mi vida. Era raro, desagradable, una sensación invasiva que hizo que por pocos segundos la cabeza me diera vueltas y sintiera que iba a volver a ver mi desayuno con un renovado y digerido aspecto. Por suerte, tal sensación sólo se repite en el aspecto emocional, lo cual es una increible ventaja porque esto ocurre realmente muy pocas veces, mientras que me tengo que subir a un ascensor a diario....